martes, 7 de enero de 2014

El nacimiento de la batalla: capítulo 1

Abrió los ojos por primera vez. Siempre había estado con los ojos cerrados, retorciéndose entre la arena y el pelo, pero aquella vez fue su primera vista al mundo. Cuando levantó la cabeza, vio un gran agujero del que se veía un montón de hierbas altas. Los rayos de sol acariciaban su corto y suave pelo beige. Continúo su vista hacia arriba. La pared estaba cubierta por ramitas de las que asomaban ligeros rayos de sol. Por encima de él vio pelo plateado y rápidamente se giro para verlo mejor. Una enorme gata plateada de ojos verdes le miraba cálidamente. De repente, un sonido como un gato corriendo detrás suyo sonó, y él se volvió aterrorizado. Dio un salto hacia atrás cuando vio una enorme nariz azulada que lo olía. Una gatita gris azulada más grande que el beige empezó a dar saltitos maullando cosas con su voz aguda que él, por su corta edad, no entendía. La tripa le dio un rugido, al que la gatita se pego un divertido susto. No era la primera vez que su barriguita le sonaba, y cada vez que lo hacía, buscaba y chupaba algo rodeado de pelo que le daba el alimento. Al levantar la nariz, intento buscar el olor de dicho alimento, pero se le mezclaron con varios olores de afuera que los trajo una ráfaga de viento. Esta vez, su búsqueda no tuvo éxito. El viento le dio frio, así que se acerco a su madre para coger calor, encontrando así por fin el olor tan familiar que tanto buscaba, la leche. Tras satisfacer su barriguita con el líquido, se tumbo boca arriba como siempre solía hacer.
Pasaron varios días, se acostumbro más a las tres gatas que vivían en el mismo refugio y dejando de asustarse cada vez que un gato entraba a visitarlas. La palabra que más escuchaba dirigiéndose a él era “Ericillo”, así que lo tomó como su nombre, atendiendo cada vez que alguien lo pronunciaba, a pesar de que no entendía lo que decían. Conocía muy bien su habitación, ya que solo eran oscuras paredes de tierra y plantas, pero el primer agujero que vio, iluminado por el sol, siempre le fue un misterio, aunque su madre nunca le dejaba salir, a diferencia de su hermana que solía salir para ir a un lugar. Su madre a veces solía estar triste o preocupada por algún extraño hecho que él nunca llegó a comprender.
 Una pesadilla le hizo despertar a mitad de la noche. Su madre y su hermana seguían durmiendo, e intento dormir otra vez, pero algo no le cuadraba, ¿Dónde estaba el agujero iluminado? Miró a ambos lados de la pared, pero no encontró ni un rayo del sol. Tras acercarse al lugar donde estaba dicho agujero, descubrió un enorme lugar oscuro cubierto por unas finas hierbas que, otras veces, solían ser atravesadas por rayos de luz, haciendo que se vea de un llamativo color verde claro, pero que esta vez estaba oscura y apagada. Las paredes eran enormes arboles cubiertos de hojas. El techo oscuro estaba muy alto, recubierto de pequeños y hermosos puntos blancos que centelleaban como el sol, acompañadas por una curvada línea blanca, que le impresionaba hacía pensar lo grande que es el mundo. Salió de su refugio y piso la fina hierba, era la primera vez que lo pisaba, ya que el suelo de su habitación era tierra y arena, un poco recubierta por unas pequeñas hierbas llamadas musgo. Cuando su hermana salía, se dirigía al lado derecho, por lo que se dirigió por ese lado. De repente, cayo resbalándose por una cuesta abajo hasta que una roca lo freno. Se pegó tal susto que se quedo en blanca. No sabía qué hacer y el asombro a todo lo que se convirtió en miedo. Todo estaba frio y oscuro. Por primera vez, echaba de menos su refugio y quería volver a enroscarse entre el pelo de su madre, pero no sabía cómo. Se quedó ahí toda la noche y a la mañana siguiente, su madre le encontró y le recupero al refugio.

Pasadas unas lunas, Ericillo ya podía entender y hablar, aunque no perfectamente. Su hermana fue nombrada aprendiza, con el nombre de Bayas. Y su madre le sacaba algunas veces para visitar la maternidad de al lado para jugar con los cachorros de otras reinas, ya que su habitación le parecía aburrida, y poco a poco logró aprender a salir solo. Conocía a algunos gatos como la linda curandera, Cola de Agua, el amable lugarteniente, Pelaje Sangriento, o el  repelente líder, Estrella de Cactus.

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