El bosque estaba silencioso. Encima de los arbustos, una cola roja como la
sangre asomaba. El guerrero de grandes ojos verdes pudo ver dos gatos que
conversaban cerca de un barranco. Uno de ellos, una hembra, estaba al lado del barranco hablando
tranquilamente al otro, que erizaba
el pelo disimuladamente. El maullar de ambos gatos resonaba en todo el bosque.
De repente, el guerrero blanco salto sobre la otra guerrera y le mordió fuertemente
en la espalda. La hembra grito de agonía, y el guerrero blanco la soltó, lanzándola
por el acantilado. La gata rodaba por las rocas dándose varios golpes hasta
caer al lago. Se hundía con rapidez. Su pelaje se camuflaba entre el
agua y grandes burbujas de sangre cubrieron la superficie. El guerrero rojo
miraba aturdido, escondido entre las hojas, mientras el gato blanco se lamia
para no dejar rastro. El rojo sabía que el resto del clan debía saberlo,
sin embargo, prefirió guardar silencio.
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